'Ire, güera. Qué filósofa luce en este post. Pero heme aquí discrepando con usté. Esa visión de la vida como una cadena interminable de deseos insatisfechos, que genera angustia y el miedo que tanto mienta, me parece muy de Schopenhauer, de quien sin duda se inspiró pa' la escritura de esta entrada. Luego menciona que los niños viven más plenos, más felices; viven tan ajenos al miedo y los pesares de este mundo. Hacen lo que quieren y eso les basta, ¿no? Advierto en este argumento algo de Rousseau: el mundo nos corrompe conforme crecemos, pervierte nuestra inocencia y bondad naturales. Nos tuerce la sonrisa. (Recordemos que a Rousseau le seducía más el romanticismo que el racionalismo).
Las dos posturas anteriores, sin embargo, me parecen bien erróneas. Fíjese usté que el tema de los niños felices ya fue manoseado por muchos. No es que un niño sea dionisíaco (como cuenta Nietzsche); es decir, no es que un niño viva con las pulsiones desenmascaradas (para ponerlo en términos freudianos), que haga lo que quiera y que eso lo llene de dicha. Según Piaget, el psicólogo suizo, los niños no hacen más que obedecer a sus reflejos. Los niños son más instintivos porque todavía sus celulitas no hacen sinapsis, sus redes neuronales no están desarrolladas, su conciencia está difusa, no comprenden. Un niño es tan feliz como lo puede ser un gato mimado. La felicidad, parece decir la psicología, es sólo biológicamente posible en las etapas adultas del ser humano.
En fin, lo que quiero contarle es que el miedo no es una barrera, no es una limitación, un defectillo. El miedo es más bien una motivación, un reto, un aliciente. Se llega a la plenitud temblando. Uno sólo es feliz cuando antes se ha cagado de miedo. No sé quién le dio su acepción negativa al miedo; debió haber sido un poeta: ya sabe usté que los poetas son bien afeminados y cursi.
Otra cosa que tantea en su post es la noción del tiempo. Hay que desdeñar el futuro y dedicarse al presente, asegura usté. Esto trae implicaciones bien filosóficas. Qué bueno que ni Séneca ni San Agustín están vivos, porque ya se hubieran puesto rojos del coraje y hasta un sape le hubieran soltado. Estos dos señores, luego de mucho reflexionar, concluyeron que nada puede decirse del presente, por inconsistente y hasta -ay nanita- por inexistente. Cuando decides dedicarte a vivir el presente en realidad te estás lanzando ó al futuro ó al pasado.
La ética que usté propone en su post conlleva dos riesgos: 1) Que se vuelva uno un cínico al estilo Diógenes (en otras palabras, que sólo viva para comer, dormir, defecar, sexo). Ó 2)Que el utilitarismo se la meriende de un solo bocado (el siglo XXI dice: "dame la espalda y yo te la daré a ti". Oiga, es que hay que andarse bien despierto si eres trapecista y saltas sin red, como aconseja Sabina). Para recuperar esa conducta desenfadada de los niños, como usté pretende, hay que beber mucho: sólo así las neuronas dejan de hacer conexión un rato y voilà!, te vuelves un niño balbuceante y en apariencia feliz. (Pero, ay, ya Platón nos advirtió que las apariencias engañan).
Creo entender su dilema moral, señorita. ¿Que qué le recomiendo? Pos oír a Kierkegaard. Pa' refrescarnos la memoria, déjeme le resumo: según este 'ñor hay tres estadios en la vida. En el primero están aquellas personas que se entregan a los placeres efímeros, pasajeros, como la comida, la lujuria, en fin. Aquí se encuentran los comportamientos pueriles que tanto le fascinan a usté. Kierkegaard, sin embargo, afirma que estos comportamientos esclavizan: echémosle un vistazo a Don Juan. (Sufre uno más viviendo el presente, como un niño, que recapacitando las cosas). En el segundo estadio están los que ya se piensan las cosas, filosofan y son más espirituales. (Acordémonos aquí del Fausto de Goethe. Pobrecito). En el tercer estadio están lo que se fían de Dios. En este último estadio está la felicidad absoluto.
Así pues, ¿qué le recomiendo? Pos que se enclaustre un convento, vista los hábitos, rece cada noche y cocine postres en el horno de algún bonito convento. Entregándose a Dios (exista o no exista el desgraciado) es la única forma que tenemos los humanos para librarnos definitivamente del miedo que nos asfixia.
'Ire, güera. Yo no sé si estaré en lo correcto, pero na más fíjese en lo retecontentos que viven los que se consagran a Dios: sin temores y con una barriga que, ay, hasta envidia me da. Ellos no tienen más que agradarle a Dios. Y como Dios es mudo, pos padrísimo: ni se queja.
El miedo es constante, es el factor qeu nos detiene, que nos para y no deja qeu nos explayemos. Pero qeu pasa cuando dejamos de temer? hacemos cosas, que buenas o malas, las hacemos. Yo en este momento tengo el factor cambio, con miedo lo hago, pero si no me arriesgo nunca dejare de ver el pasado. Es tiempo de olvidar el pasado y dejarse llevar por el presente. Es tiempo de aventurarse y aunque ello no te haga feliz, por lo menos te da algo mas a la simple monotonía de ensimismarse. Adelante..